El 28
de junio, Día
Mundial del Árbol, nos invita a pensar en los bosques como pulmones del
planeta, pero también como archivos vivientes de la historia natural y
cultural. Al igual que los árboles, los
documentos antiguos requieren de un entorno cuidadoso para sobrevivir: humedad
controlada, protección contra plagas, temperatura estable. Las bibliotecas y
archivos son frágiles como los bosques, Como menciona el informe "Bosques
del Patrimonio Mundial" (UNESCO, 2023) porque se ven amenazados, y se
encuentran en peligro por la deforestación, el calentamiento global y la acción
humana descontrolada. Algo similar sucede con los fondos bibliográficos y documentales
cuando no se toman medidas preventivas: se pierden saberes, lenguas,
tradiciones y relatos de comunidades que han convivido en equilibrio con la
naturaleza durante siglos.
El
bibliotecario conservador es un profesional que trabaja con el cuidado físico
del papel; ahora también implica la digitalización de colecciones, la
educación ambiental, la preservación del patrimonio intangible, y la
generación de conciencia sobre la conexión entre cultura y medioambiente. Hoy,
más que nunca, las bibliotecas deben ser centros vivos de sostenibilidad. Esto
significa adoptar prácticas ecológicas (reducción del uso de papel, energía
renovable, reciclaje), y promover colecciones que eduquen sobre la crisis
climática y los derechos de la naturaleza.
Los bibliotecarios conservadores son ecologistas del conocimiento. Su tarea
es vital para asegurar que futuras generaciones puedan acceder no solo a la
información sobre el pasado, sino también a los saberes necesarios para
construir un mundo más justo y sostenible. Los árboles, como los libros, cuentan
historias, cada anillo en su tronco es un capítulo del tiempo. Celebrar el Día
Mundial del Árbol no es solo plantar uno nuevo, sino también preservar lo
que ya existe: tanto en la selva como en los estantes de un archivo
histórico.